Más bien me parecía como si estuviera a punto de suceder algo aún peor. Era una premonición tonta, ya que, ¿Qué podría ser peor? (...)
Pronto me sentí mucho mejor. Estaba medio dormida, más bien casi del todo, cuando me dí cuenta de qué era a lo que me había recordado su beso: la pasada primavera, cuando tuvo que dejarme, él me había besado como despedida, sin saber cuándo o sí nos veríamos de nuevo. Ese beso había tenído el mismo sabor doloroso por algúna razón que no acertaba a imaginar. Me sumí en una inconsiencia inquieta, como si ya tuviera una pesadilla. (...)
Las oleadas de dolor, que a penas me habían rozado hasta ese momento, se alzaron y barrieron mi mente. Hundiéndome con su fuerza.
Y no salí a la superfecie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario