Es como un aujero en el medio de mi pecho que acelera mis pulsaciones y me dificulta la respiración cada vez más, y más, y más. Y nadie sabe como duele su ausencia. Atravieso estas situaciones inmanejables. A veces lo tolero. A veces rompo a llorar y no aguanto. A veces me muerdo los labios intentando ser fuerte y tratando de cubrir mi corazón para que los recuerdos de mi razón no lleguen a el. Vivo como puedo. Pero casi siempre su recuerdo se me presenta por las noches oscuras. Y recuerdo las tardes en que dormia recostada en su pecho. Recuerdo con claridad aquellos tiempos en que morias por otro de mis besos. Una vez que lo recuerdo me doy cuenta que es tarde para intentar evitar su recuerdo. Pero lo hago igual. El orgullo se debate al corazón. Y lucho cada día con esto. Ojalá alguna mañana despierte sin sentir ese vacio clavo oxidado sobre mi pecho, ojalá algun día, quizás tu recuerdo ya no duela. Y tal vez así quizá algún día pueda recordarte y sonreír.
Mientras tanto no puedo.
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